
Cada año, más de 160 mil millones de dólares en remesas cruzan fronteras dentro de América Latina y el Caribe. El dinero enviado por migrantes sostiene la economía de millones de hogares, pero, según expertos, el verdadero potencial de ese flujo aún está lejos de aprovecharse: podría ser un motor de inclusión financiera, pero hoy sigue siendo, en gran parte, una operación de supervivencia.
Un reciente informe de Paymentology, compañía especializada en procesamiento de pagos, advierte que más de 120 millones de personas en la región permanecen fuera del sistema financiero formal, lo que limita la adopción de soluciones digitales y la capacidad de usar las remesas como punto de entrada a productos financieros más amplios.
Un ecosistema en transición
El estudio, realizado junto con una plataforma informativa colega, muestra que el mercado de remesas en la región atraviesa una etapa de transición entre la digitalización y la persistencia del efectivo.
La mayoría de los envíos sigue dependiendo de canales híbridos: un 42% de las instituciones combina operaciones físicas y digitales, mientras que menos del 15% canaliza más de la mitad de sus remesas directamente a tarjetas.
Este rezago digital refleja, según los analistas, una brecha de acceso que va más allá de la tecnología: muchas familias receptoras carecen de cuentas bancarias o herramientas básicas para administrar esos fondos.